2007/07/25

Mestizo

En Londres te subes a un vagón del metro y de inmediato te encuentras con 4 ó 5 razas: negro, hindú, asíatico y "europeo". Y eso es lo habitual, no es algo que ocurra una que otra vez. Todos los días, a toda hora. Y coexisten todas esas personas en el día a día. Cada una con su forma de ser, de vestir, etc.. Se respetan las distintas culturas.

En Santiago te subes a un vagón del metro y somos todos más o menos iguales. Y si se sube alguien de raza negra, asiático, hindú u otro, lo quedan mirando como bicho raro. Todo lo que se sale de la norma lo miran raro, lo intentan ridiculizar.

En Londres ves las calles, las casas, los edificios, los monumentos, y te da la sensación de que quienes nacen en esa ciudad se sienten orgullosos, de su cultura, de su historia, de sus logros. Se cuidan las construcciones históricas, y es un cuidado no sólo porque la autoridad las haya designado como patrimonio nacional, sino que el ciudadano, cada persona, siente que son parte de su identidad, de su historia, de su tradición.

Yo no siento que en Santiago haya eso, eso de sentirse arraigado a la ciudad. Acá se demuele lo que sea para construir edificios funcionales, sin ningún valor arquitectónico en cuanto a diseño, que le den alguna identidad a la ciudad. Son simplemente habitáculos. No hay identidad, y la que pudo haber habido, se demuele.

En Londres percibí el orgullo de quienes han construido una cultura en base a la disciplina y la perseverancia. En Santiago percibo el desencanto de una cultura de lo chanta, del querer lograr el objetivo por algún atajo mula, y al final queda un resultado mediocre.

En Londres percibí el orgullo de la identidad. En Santiago siento que falta una identidad. No somos ni araucanos ni europeos, somos mestizos. Los más europeos aspiran a alcanzar el nivel de vida de Europa, a veces a costa del prójimo; los más araucanos se sienten invadidos y explotados. Son polos en tensión que se desgastan mutuamente, energía desperdiciada.

Tenemos quizá la mejor economía de América Latina, pero eso no basta para tener una identidad. Tenemos empanadas y cueca, pero eso sólo se ve como dato anecdótico los 18 de septiembre. Siento que estamos en una crisis de identidad, no sabemos quienes somos, qué nos caracteriza, y somos flojos. Hacemos lo posible por sacarle el cuerpo a los problemas, por barrer la tierra bajo la alfombra, por hacer el trabajo a duras penas cumpliendo lo que se pide, en forma mediocre.

Los políticos no nos dan mayor esperanza, pero tampoco estamos dispuestos a someternos a una disciplina férrea, de privaciones, de evaluaciones. No, todos los sectores demandan mejoras salariales y diversos beneficios. Todos piden. ¿Quién rinde? ¿Quién tiene un desempeño destacado que justifique las demandas? Es muy baja la visibilidad de las noticias que se refieren a logros sustantivos. Lo que vende es la farándula, los nuevos ricos, la demanda de mejoras salariales y beneficios, bonos por término de conflicto, etc..

Quiero creer que esta situación eventualmente cambiará. Quiero creer que surgirán movimientos que entusiasmen y encaucen los esfuerzos hacia iniciativas perdurables, en forma disciplinada y perseverante. Quiero creer que llegaremos a tener una identidad definida, reflejada y permeada por toda la ciudad, de la que nos sintamos orgullosos y que estemos permanentemente extendiendo y desarrollando.