2009/06/20

Transantiago, una derivada más

Más allá del inmenso daño en la calidad de vida, más allá del inmenso despilfarro de recursos económicos, que bien pudieran haber financiado innumerables iniciativas de todo tipo, el Transantiago tuvo, a mi juicio, un efecto aun más devastador en la sociedad: el mensaje de que no importa cuan gigantesco sea el error que un gobierno pueda cometer, siempre, de alguna forma, ya sea con un dudosamente legítimo préstamo del BID, o recurriendo al 2% para estado de catástrofe, siempre se logrará obtener el dinero para tapar el hoyo. Éste, creo yo, es el efecto más dañino que tuvo el Transantiago en la mente de muchas personas, porque entonces ningún gremio, ningún grupo, minoría o mayoría, va a sentir que la respuesta que el gobierno le puede dar es que no hay recursos. Porque ha quedado demostrado de que sí los hay. El problema es que esos recursos son, como dice su nombre, para estado de catástrofe. Sin embargo, el gobierno tuvo que recurrir a ellos en forma reiterada, con lo cual queda la sensación de que su uso realmente no es para situaciones excepcionales, y que, por el contrario, haciendo la suficiente presión (movilización, paro, manifestaciones, marchas, tomas, ocupaciones culturales, etc.) el gobierno se va a ver en la obligación de nuevamente recurrir a fondos que estaban destinados para catástrofes, para dar en el gusto al grupo demandante de turno y evitar que su imagen, en lo inmediato, siga deteriorándose en cuanto a su capacidad de gestión y figura de autoridad.

Sin embargo, precisamente el efecto es sólo inmediato, y entonces, sin mayor demora, viene el siguiente grupo a hacer presión por sus demandas, con múltiples formas de manifestación, algunas más innovadoras que otras, y finalmente, en perspectiva, se ve un gobierno que perdió la capacidad de dirigir un país, sino que la pauta la dictan los grupos de presión, y me temo que así no vamos a ningún lado.

Se requiere recobrar la figura real de autoridad, pero es muy difícil, hasta me parece imposible, que pueda lograrse en un sistema democrático en el que el voto de un patán, un vicioso y un criminal pesan lo mismo que el de una persona honesta y trabajadora. Creo que el insistir en mantener esa igualdad de injerencia de todas las personas sobre la política es, aunque políticamente correcto (o más bien correcto sólo por principio), en la práctica se traduce en que admitimos que toda la ineptitud, todos los vicios, se transmitan e irradien hacia el sistema político, haciendo peso muerto sobre las virtudes y obteniendo como resultado final algo sencillamente desastroso y carente de sentido en su conjunto.

Sólo en la medida que la autoridad no dependa de la votación de los viciosos, podrá librarse de ese peso muerto y lograr articular una actitud con el carácter suficiente para definir políticas que, incluso no siendo populares, conduzcan efectivamente hacia una mejor sociedad.

4 comentarios:

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Creo que abordas varios temas desde un eje central que es la virtuosidad.

Sin embargo, creo que por lo mismo, esperas mucho de los seres humanos.
Así por ejemplo, la virtuosidad en el voto, aún cuando existan requisitos excluyentes, es algo difícil de garantizar.

Tampoco la virtud de la autoridad se garantiza de esa forma. Menos aún la preponderancia de grupos de presión.

La clave es fortalecer la sociedad civil, la libre asociación para que así, las presiones estén equilibradas, el gobierno tenga contrapesos y la virtuosidad del voto aumenta en algo.

mdgrkb dijo...

Hola, Jorge.

Muchas gracias por tu comentario.

Sí, la virtud es un concepto que valoro mucho, y que también asocio a los derechos.

Tanta gente que se llena la boca reclamando por derechos que no les están respetando, y quizá más importante para ellos: beneficios que no están recibiendo por el mismo concepto.

Yo creo que los derechos hay que ganárselos, y precisamente los viciosos dejan de merecérselos.

Garantizar creo que es un concepto un tanto ambicioso. No es que me parezca mal ser ambicioso, pero creo que incluso con objetivos más modestos, como fomentar, al menos algo se logra.

Me refiero a que el establecimiento de requisitos excluyentes para el voto quizá no garantiza la virtuosidad del mismo, pero creo que al menos lo fomentará, aunque tan sólo sea creando consciencia de que es un derecho que se debe ganar, que no cualquier vicioso lo tiene.

Saludos

Unknown dijo...

Podemos hacer muchas conjeturas al respecto mi querido amigo, sin embargo, el costo que debió asumir el gobierno para asegurara movilización fue alto, sobre todo si lo ves desde un punto de vista electoral. Claro, podría no haberse corrido el riesgo, podría no haberse llevado a cabo, podríamos seguir con micros amarillas y gente colgando, total "funcionaba" y la gente no reclamaba. Sin embargo, la valentía (obsecación tb puede ser) por llevar adelante el plan y tratar de hacerlo de calidad pudo mas y lo que en algún momento pareció una catástrofe se ha mejorado bastante. Claro, con la plata se podría haber hecho mucho, pero con la ayuda de la derecha, también se podría haber hecho mucho, incluso no haber usado ese 2% del que hablas.
Siempre es un gusto debatir contigo.

mdgrkb dijo...

Señor Pastor,

Quizá podríamos decir valentía si hubiera funcionado, pero inicialmente fue un rotundo fracaso, por lo que no puedo sino calificarlo como ineptitud y obsecación.

Que las micros amarillas no daban para más no es algo que esté en duda, pero tampoco es excusa para haber implantado un nuevo sistema de una forma tan desastrosa.

Si se usó o no el 2% da un poco lo mismo, la plata se perdió igual sin importar de cuál partida del presupuesto se descuente. Creo que el objetivo de forzar a usar el 2% fue hacer patente a toda la opinión pública lo mal planificado del sistema, hacer evidente el costo político.

Tan mal planificado fue en un comienzo, que recién hace pocos días llegaron a ponerse de acuerdo sobre el financiamiento.

Saludos