¿Se puede "culpar" a los gobiernos de la Concertación por la baja calidad de la educación? Culpar a las autoridades es lo más fácil. ¿Acaso no fue el lema de esos gobiernos aumentar la cobertura y extender la jornada educativa? Si se extiende la cobertura de un servicio es bastante esperable que su calidad pueda verse afectada. Hace pocos meses vimos a un alto ejecutivo de la Toyota disculpándose ante el Congreso de los Estados Unidos por fallas en algunos modelos que causaron la muerte a varias personas, y reconociendo que la política de expansión había descuidado aspectos de calidad en la producción.
Extender un servicio manteniendo la calidad ya es algo complejo y costoso. Haberlo extendido y al mismo tiempo mejorado la calidad habría sido, además de mucho más costoso, una proeza improbable para cualquier gobierno.
Ahora, entonces, con este gobierno de la Alianza, está el foco en la calidad. Y está la iniciativa de los cien liceos de excelencia. ¿Es justa la iniciativa? En mi opinión, sin ser abogado, me parece hasta inconstitucional, si tomamos el texto de la Constitución "La educación básica y la educación media son obligatorias, debiendo el Estado financiar un sistema gratuito con tal objeto, destinado a asegurar el acceso a ellas de toda la población.". Dice claramente "a toda la población" y no sólo ni especialmente a los más capaces.
Ahora, ¿acaso insistir en extender la cobertura es la única iniciativa que un gobierno puede adoptar de modo que sea justa en promover el acceso a toda la población?
¿Cuándo se podría dar por completada la tarea de extender la cobertura? ¿Cuándo llegarían a estar el 100% de los niños y jóvenes asistiendo regularmente a clases en los liceos? ¿Es realmente factible alcanzar un 100%?
Si una pareja tiene un hijo y no tiene las condiciones para alimentarlo y criarlo adecuadamente, ¿podría el Estado suplir esas deficiencias a través de la educación? ¿Y a qué costo? ¿Y quién lo financia?
Yo rescato las palabras del 21 de mayo en que el Presidente señaló que lo deseable es que las personas cuenten con una red de asistencia social para cuando la puedan necesitar, pero no que recurrir a esa red se convierta en algo permanente.
No se puede transformar la ayuda en mal criar. En la misma línea, los servicios del Estado no pueden pretender suplir ilimitadamente la falta de criterio de las personas. Los recursos son finitos, eso es un hecho innegable.
¿Cuánto puede llegar a costar rehabilitar a niños como el Cisarro? ¿Cuántos niños, sin mayor riesgo social, podrían recibir una educación por ese mismo costo?
Nuevamente: ¿cuánto cuesta mantener los presos en las cárceles? ¿Cuántos niños podrían recibir una educación por ese mismo costo?
Cada niño que traemos a este mundo requerirá cuidado, cariño, crianza y educación. Cada niño que traemos a este mundo le resta recursos a los niños que ya se encuentran en él. Ésta creo que es la frase clave.
Si pensamos nuevamente en los recursos que serían necesarios para rehabilitar a niños como Cisarro, y seguramente no sólo a ese niño, sino a su familia; y pensamos en los recursos que uno planea destinar a los propios hijos, podemos ver con suficiente crudeza nuestra poca solidaridad, y como nos sumamos a los factores que confluyeron para llevar a ese niño, y tantos otros, a la ignorancia y a la delincuencia como forma de vida.
El punto entonces no se resuelve con que el Estado ponga foco en cobertura o calidad de la educación, si siguen naciendo niños en condiciones tan desfavorables y no nos hacemos cargo de suplir esos déficits. La decisión responsable de la sociedad, de cada uno de nosotros, es la paternidad responsable, y esto es asumir, antes, el compromiso con los niños que ya se encuentran en este mundo; de lo contrario la tarea del Estado de proveer educación de calidad para todos se convierte simplemente en una utopía, en que la calidad se diluye para la mayoría, y una fracción de la población está irremediablemente destinada a una tortura griega.
Se puede tomar la opción idealista de aumentar incansablemente la cobertura, o se puede tomar la decisión práctica, aunque injusta, de salvar a aquéllos que tienen mayores aptitudes, concentrando el esfuerzo en liceos de excelencia con cupos limitados. Ninguna de las dos opciones se hace cargo del problema de fondo, que son políticas de natalidad, y a mi juicio se debe, como ya señalé en un escrito anterior, a lo impopular y complejo que es para los políticos y para la sociedad abordar este tema. Pero ese es precisamente el problema de fondo: hacernos cargo nosotros mismos, cada uno de nosotros, de los niños de nuestra sociedad; promover en los jóvenes la toma de consciencia acerca de la importancia de la paternidad, y especialmente la importancia de prevenir la concepción sin antes haber generado las condiciones propicias para que esa nueva vida se desarrolle. Esa educación y toma de consciencia, mucho antes que lenguaje y matemáticas, es la que está más débil en nuestra sociedad.
2010/06/20
2010/06/11
Despidos
Ser despedido debe ser una de las experiencias más dañinas para la autoestima. Te podrán dar las mejores explicaciones, si tus empleadores son considerados y diplomáticos; o sencillamente decirte algo tan duro como "váyase, ya no lo necesitamos"; o incluso "váyase, usted no sabe hacer su trabajo". Como sea, la situación no es grata.
¿Es justa la situación? El mercado no lo es. El mercado se puede equivocar muchas veces, creo que todos podemos encontrar numerosos ejemplos de ello. Ejemplos de negocios de rentabilidad astronómica, pero en que el aporte a la sociedad es miserable o a veces incluso perjudicial.
Creo que lo que no fue ético fue que durante la campaña se les haya dicho a los funcionarios públicos que no se preocuparan, que sus puestos no corrían peligro. Esa sí fue una gran mentira.
En muchas empresas ocurre que llegan nuevas jefaturas, y traen con ellas a sus propios equipos, que tarde o temprano desplazan a quienes venían trabajando de buena forma con la jefatura anterior. ¿Acaso la nueva jefatura es mejor que la anterior? ¿Acaso la jefatura anterior era mediocre? La pregunta importante no es esa. Creo que la pregunta es si los empleados antiguos lograrán sintonizar con la nueva jefatura. Si lo hacen, quizá la nueva jefatura considere preferible mantenerlos, al menos a algunos; pero de lo contrario sencillamente serán reemplazados.
¿Hacían mal su trabajo los funcionarios anteriores? No es el punto, el punto es la sintonía que puedan lograr con la nueva jefatura. Ahora, si la nueva jefatura tiene un plan que cumplir, y no está dispuesta a correr el riesgo de trabajar con un equipo que no conoce, puede incluso ocurrir que aquellos funcionarios competentes y que sí tenían la actitud de sintonizar con los nuevos jefes, terminen en la calle.
¿Es justo que despidan a una persona competente y de trayectoria en una empresa o en el Estado? Creo que la pregunta no es esa. Más bien lo importante es recordar que la legislación establece medidas de protección a los empleados, como la indemnización por años de servicio. Si una empresa o el Estado despiden una persona sin cumplir con esos resguardos legales, entonces sí sería un abuso; pero de lo contrario simplemente se están cumpliendo las reglas del juego, y no me parece que tenga asidero reclamar por ser despedido.
¿Eran o no competentes las personas despedidas? Bueno, si lo son, pues tienen el mercado, ya no el Estado, para demostrarlo.
Si hay algo de lo que sí creo que se pueden quejar, es de la promesa de campaña de que sus puestos no corrían peligro. Aunque quizá más bien debieran reprocharse su propia candidez al creer semejante promesa.
Una marcha de protesta por los despidos me parece entonces un mediocre espectáculo, salvo que se estuviera incumpliendo con las indemnizaciones. Si son competentes, asuman el desafío de encontrar un nuevo trabajo o formar una empresa; y no levanten el cartel de injusticia con la (consciente o inconsciente) intención de evitar que su competencia se pueda poner en duda.
¿Es justa la situación? El mercado no lo es. El mercado se puede equivocar muchas veces, creo que todos podemos encontrar numerosos ejemplos de ello. Ejemplos de negocios de rentabilidad astronómica, pero en que el aporte a la sociedad es miserable o a veces incluso perjudicial.
Creo que lo que no fue ético fue que durante la campaña se les haya dicho a los funcionarios públicos que no se preocuparan, que sus puestos no corrían peligro. Esa sí fue una gran mentira.
En muchas empresas ocurre que llegan nuevas jefaturas, y traen con ellas a sus propios equipos, que tarde o temprano desplazan a quienes venían trabajando de buena forma con la jefatura anterior. ¿Acaso la nueva jefatura es mejor que la anterior? ¿Acaso la jefatura anterior era mediocre? La pregunta importante no es esa. Creo que la pregunta es si los empleados antiguos lograrán sintonizar con la nueva jefatura. Si lo hacen, quizá la nueva jefatura considere preferible mantenerlos, al menos a algunos; pero de lo contrario sencillamente serán reemplazados.
¿Hacían mal su trabajo los funcionarios anteriores? No es el punto, el punto es la sintonía que puedan lograr con la nueva jefatura. Ahora, si la nueva jefatura tiene un plan que cumplir, y no está dispuesta a correr el riesgo de trabajar con un equipo que no conoce, puede incluso ocurrir que aquellos funcionarios competentes y que sí tenían la actitud de sintonizar con los nuevos jefes, terminen en la calle.
¿Es justo que despidan a una persona competente y de trayectoria en una empresa o en el Estado? Creo que la pregunta no es esa. Más bien lo importante es recordar que la legislación establece medidas de protección a los empleados, como la indemnización por años de servicio. Si una empresa o el Estado despiden una persona sin cumplir con esos resguardos legales, entonces sí sería un abuso; pero de lo contrario simplemente se están cumpliendo las reglas del juego, y no me parece que tenga asidero reclamar por ser despedido.
¿Eran o no competentes las personas despedidas? Bueno, si lo son, pues tienen el mercado, ya no el Estado, para demostrarlo.
Si hay algo de lo que sí creo que se pueden quejar, es de la promesa de campaña de que sus puestos no corrían peligro. Aunque quizá más bien debieran reprocharse su propia candidez al creer semejante promesa.
Una marcha de protesta por los despidos me parece entonces un mediocre espectáculo, salvo que se estuviera incumpliendo con las indemnizaciones. Si son competentes, asuman el desafío de encontrar un nuevo trabajo o formar una empresa; y no levanten el cartel de injusticia con la (consciente o inconsciente) intención de evitar que su competencia se pueda poner en duda.
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