2010/05/10

Esto SÍ tiene nombre

Llegó marzo, abril y ya estamos en mayo. Volvieron a los medios los reportajes denuncia, que habían estado prácticamente de vacaciones en el verano. Volvemos a impactarnos con escándalos de todo tipo. En todas partes se cuecen habas, en todas. Vemos autoridades de todo tipo siendo investigadas por actos fraudulentos. Vemos como se descubren ilícitos que se venían arrastrando desde hace años, y a la fecha lograron amasar cuantiosas sumas de dinero. Personas que veíamos frecuentemente en los medios, pasan rápidamente a cultivar el más bajo perfil. Personas de cuya existencia no teníamos idea, pasan a la palestra como protagonistas de sórdidas historias. Y eso vende, vende muchísimo.

La imagen de los periodistas ante la opinión pública se ve glorificada. Ellos han tenido el coraje, la perseverancia, la astucia, para desenmascarar las bajezas de nuestra sociedad. Yo también reconozco su mérito. Pero enseguida me pregunto: Si estamos viendo permanentemente estas situaciones, que se arrastran muchas veces desde hace años, ¿acaso en este preciso instante no están ocurriendo situaciones tanto o más graves? De seguro que sí, absolutamente. Y esas personas que están cometiendo esos ilícitos ¿no están llenándose en estos precisos instantes sus bolsillos de dinero? O bien ¿no están en estos precisos instantes asesinando, torturando y violando a personas? ¿Por qué tenemos que esperar a que pasen meses e incluso años y la situación alcance dimensiones monstruosas para hacer algo al respecto? O también: si estamos viendo y leyendo reportajes de situaciones gravísimas, ¿cuántas otras situaciones un poco menos graves (o quizá más) no estarán ocurriendo en estos instantes y no están siendo objeto de un reportaje? Y me temo que entonces la reflexión es que este mundo es tierra infinitamente fértil para todo tipo de abusos, y sólo veremos en los medios de comunicación la cantidad que sea prudente para no producir un estado de pánico y desmoralización masivo de la población. Sólo veremos algunos de los más ilustrativos, los más mediáticos, los que den más rating. Y muchos, muchísimos otros, sencillamente ocurrirán sin que nos enteremos. O quizá algunos los veamos publicados en muchos años más.

¿Me puedo conformar con esa situación? ¿Me basta que sólo los casos que den más rating tengan visibilidad? ¿Me deja tranquilo que muchos otros casos, de gravedad menor, pero de igual forma importantes, queden sepultados en la negligencia? ¿Qué pasa con los casos que sería muy costoso para un equipo periodístico investigar? ¿Por qué, como sociedad, vamos a enviar el mensaje que estamos dispuestos a tolerar ilícitos salvo que éstos sean de un nivel grosero?

No me basta. Si queremos progresar, debemos ser mucho más autoexigentes como sociedad. Y quizá la forma más clara de transmitir ese mensaje es que, aunque se trate de una reparación de un reproductor de DVD, o una actualización de un sistema operativo, cuyo monto es bajísimo, incluso en esos casos, hemos de exigir que las empresas y las instituciones del Estado presten una atención respetuosa, seria y oportuna; y de no ser así, que sea de conocimiento público. Que sepan que su mal desempeño, incluso en casos minúsculos, podrá afectar su imagen pública. Que sus clientes lo pensarán dos veces antes de volver a comprar sus productos o servicios, y que sus electores lo pensarán dos veces antes de volver a votar por ellos. Y para dar visibilidad a estas denuncias individuales, está Internet, que permite contactar directamente a las empresas, a las autoridades, y escalar a autoridades de nivel superior si es necesario; y permite publicar todo el desarrollo de los hechos prácticamente al instante.

Si teniendo la Internet a nuestra disposición, con su tremendo potencial, no nos damos el trabajo de denunciar situaciones y exigir una atención respetuosa, estamos siendo cómplices de los abusos, estamos fomentando la negligencia, de modo que después no tendremos moral para quejarnos.

La pereza, otro pecado capital.

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